sábado, junio 17, 2006

Confesiones de un asesino(III)

Cuando desperté, él seguía durmiendo placidamente a mi lado. Tumbado boca arriba, parecía el hombre más feliz del mundo. Me levanté muy despacio, mientras, él mantenía esa sonrisa beatífica del que ha pasado una buena noche. Claro que no tenía ni idea de que iba a ser su última noche. Caminé sigilosamente hacia el cuarto de baño. En la cisterna del retrete había escondido mi arma,sólo había visto "El Padrino" una vez pero me marcó, vaya si me marcó. Cogí el arma, lentamente le puse el silenciador. Mientras lo colocaba, el espejo del baño reflejó mi cuerpo desnudo. No pude evitar hacer una comparación ente la pistola y mis genitales. Me sonreí. "¡Qué payaso eres a veces!" pensé. Volví al dormitorio. Mi próxima víctima no había cambiado de postura. Delicadamente le retiré la sábana que le cubría. Definitivamente, el mundo gay perdía un buen ejemplar pero el trabajo es el trabajo. Así que me puse al lado de la cama, apuntándole directamente a la frente. Le llamé por su nombre, una, dos veces. A la tercera, abrió los ojos. Su sonrisa beatífica se transformó en una horrible mueca. Trató de incorporarse pero ya no le dió tiempo. "Buenos días" le dije y apreté el gatillo. Se desmoronó sobre la cama. Mientras tanto, yo me vestí, limpié todos los rastros que pudiera haber dejado y me marché dejando un cadaver con cara de no entender lo que le acababa de suceder.

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