sábado, noviembre 17, 2012

Mundo interior

Lo que quiero ser es el profeta y la herejía, el santón y la puta, el ladrido y la oscuridad, el bufón y la bruja, el sudor y tu piel. Hay un hombre solo y rodeado de gente, con la mirada ausente, con pensamientos oscuros, con el silencio en las manos. Voy con los ojos abiertos de par en par, con la lengua fuera, con los colmillos retorcidos, con las manos crispadas, sudando a chorros, soltando espuramajos por la boca, profiriendo insultos y procacidades, señalando con el dedo a los que me miran. La piel de serpiente que muda a la de lobo solitario, la luna ensangrentada sobre el mar negro, el ulular de los búhos, mi corazón escupiendo sangre a borbotones, las tripas revueltas, el zumbido de las moscas, el olor a podrido, la calma que precede a la tempestad, el espejo que me refleja y no me miente, el reloj que se para de golpe. No estoy loco, todavía no. No estoy delirando, todavía no. No he mirado hacia atrás, todavía no, a pesar de que la ciudad se esté cayendo a pedazos, no me convertiré en estatua de sal a pesar de los alaridos. La música a todo trapo del bar, las luces delirantes, el griterío asesino y yo pensando todas estas cosa mientras el resto de mundo sigue a lo suyo o tal vez no y estén pendientes de mí y se hayan dado cuenta de que yo hace rato que no estoy allí con ellos. Es igual, seguiré con lo mío, ajustando cuentas con mis enemigos, agitándome como hechicero invocando la lluvia a pesar de que me veáis quieto. Mi mundo interior es muy amplio, luminoso y siniestro, imaginativo y descarnado, feroz y sosegado, tan vivo, tan latente que, a veces, no puedo contenerlo como ahora...

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