sábado, febrero 14, 2015

San Valentín no tiene nadie quien le quiera

San Valentín estaba harto. No podía soportar como la gente se hacía regalos en su nombre cuando a él nadie le regalaba nada. No podía soportar como el marketing había invadido lo que en principio era una fiesta religiosa y lo había convertido en una competición en comprar el mejor regalo a la persona amada. ¿Y los que no tenían pareja como él? Y aún peor, ¿y los que sí que la tenían pero compraban por puro compromiso, por no quedar mal pero sin sentirlo de verdad? Valentín admiraba a aquellas parejas que no necesitaban un día para demostrarse lo mucho que se querían sino que lo hacían día a día. Porque el amor, el verdadero amor, era eso. Y los perfumes, los bombones, las postales con dedicatoria, las flores, todo eso eran cosas superfluas . Sin embargo, la gran mayoría si no compraba algo parecía querer menos a su pareja. Eso no era amor. Al menos para Valentín no lo era.
Otro catorce de febrero más y otra vez miles de corazones decoraban las tiendas. Miles de cupidos sobrevolando por las estanterías. ¿Cupido? ¿Pero que demonios pintaba un dios pagano en una fiesta cristiana? Claro, es que aquello de cristiano ya no tenía nada. No se trataba de compartir sino de competir por el mejor regalo. ¿Por qué nadie competía por él?
Valentín negó con la cabeza, aquellas ideas que se le pasaban por la cabeza no eran dignas de un santo, así que prefirió callar, cerrar los ojos y rezar para que si al volver abrirlos, a lo mejor, alguien se había acordado de él. O si no, rezar para que el amor, el verdadero amor, triunfara sobre el amor de marketing. Eso sí que sería un auténtico milagro.

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