lunes, octubre 15, 2007

De algo hay que morir

Se puede morir de éxtasis, como en el concierto de Héroes del Silencio del pasado 10 de Octubre en plenas Fiestas del Pilar. No voy a ser objetivo y ni pretendo serlo: ¡Qué gozada de concierto! ¡Qué maravilla! ¡Héroes parasiempre! Sí lo sé, yo me hacía llamar Bunbury en el extinto chat de La Gramola ¿y qué? No tuve la oportunidad de verlos en directo en su momento así que os podéis imaginar las ganas que tenía...y mis expectativas se cumplieron e incluso fueron superadas por el magnífico espectáculo que nos ofreció uno de los mejores grupos de rock español. Pese a la pésima organización del concierto, a la gripe que arrastraba Bunbury y a los fans histéricos que no paraban de saltar y casi no se veía el escenario, mereció la pena. ¡Vivan los Héroes del Silencio!

Se puede morir de completo agobio, como en dicho concierto porque la peña que había, buffff. Pero no sólo allí sino en toda Zaragoza. ¡Qué barbaridad de gente! ¡Qué marea humana por todas partes! Se superaron los records de participación de la Ofrenda de Flores, del Rosario de Cristal...

Mención aparte para el pabellón de Interpeñas. La gestión del mismo lo lleva un promotor y al tío le debe gustar el libro Guiness ese para ver si aparecía como la persona que más gente metió en un pabellón. Dicen que estábamos unas 25000 personas. Esperad un poquito...¡Pero que mentira más grande! Y 30000 también que para pedir algo tenías que hacer slalom humano y luego equilibrismo para no derramar nada. Claro luego a la hora de salir de allí, la mayoría de personas van cocidas y se ponen en medio de la carretera para parar a los buses, rompen lunas, etc. En fin, de vergüenza.
¿Y el otro pabellón? Pues como dije Valdespartera está donde Jesucristo dió las tres voces y la gente iba allí o en coche o en bus y claro se producía cada aglomeración...Y también aquí se produjeron incidentes.

Se puede morir de colapso total. Zaragoza estuvo a punto de ello. Se puede morir andando porque como el tráfico estaba como estaba parece ser que no quedaba otra. Se puede morir aplastado por el resto de personal que decidió que andar era la mejor opción y se metían todos a la vez por las calles más estrechas de Zaragoza.


De algo hay que morir pero estas Fiestas del Pilar han sido, son y serán para vivirlas a tope. Y al año que viene otra vez, mientras tanto moriremos un poco cada día y viviremos aún más.

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