Son las 20:20 de la tarde, me quedan menos de tres horas para entrar a trabajar. Sí, amigos míos, habéis leído bien, trabajar. Cuando todos vosotros estéis acabando de cenar, cuando intentéis no liaros con que si eso que han sonado eran los cuartos o eran ya las campanadas(esta última línea ha sido patrocinada por AVIMAJO, Asociación de Víctimas de Marisa Naranjo), cuando os comais las uvas sin atragantaros y todas de vez y sin hacer trampas(si lo lográis, llamad al guiness ese de los records), cuando os estéis abrazando con el de al lado(aunque sea ese primo segundo pesado que no conoces de casi nada), cuando os vayáis de farra por ahí hasta las tantas, cuando volváis de dicha farra en un estado lamentable, más decorados que un árbol de navidad y prometiendoos:"Último año que salgo en Nochevieja", cuando los más valientes anden como locos buscando una churrería, cuando todo eso y más ocurra, yo, estaré trabajando.
De once de la noche a siete de la mañana. Rezando para que ningún cliente que celebre ahí su cotillón, me de mal o me de por cu... directamente. Rezando por que la escandalera que seguro que se va a armar no me afecte a la hora de cuadrar las cajas y demás. Yo es que soy de esos que oigo el ruido de un mosquito y ya me despisto...imaginaos con una discomovil de fondo.
Cuando todo acabe a las 7, aún coincidiré en mi salida con los más juerguistas o con los más borrachos y mientras todos duermen la resaca yo dormiré mi cansancio para volver a trabajar la noche siguiente. Pasado mañana tengo fiesta, creo(es que llevo un desfase que ni el Neng de Castefa). Menos mal, si no me daba algo(si no me lo ha dado ya, porque de un tiempo a esta parte, me da alergia el ajo, no me reflejo en los espejos y es ver una cruz y entrarme unos sudores...)
(Continuará...)
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