jueves, marzo 06, 2008

Un poema de Miguel Labordeta (y otro breve de Miguel Hernández de regalo)

Mataos.
Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.
Invadid con vuestro traqueteo los talleres, los navíos, las universidades,
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece.
Triturad toda rosa, hollad al noble pensativo.
Preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte…
Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas,
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo deseáis.
Exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
que jamás asireís un fusil de bravura.
Asesinaos pero vosotros los inquisitoriales azuzadores de la matanza…

Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
al campesino que nos suda la harina y el aceite,
al joven estudiante con su llave de oro,
al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo
y al hombre gris que coge los tranvías
con su gabán roído a las seis de la tarde.
Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos
y entre todos aspiran a vivir: tan sólo esto.
Y de ellos ha de crecer
si surge una raza de hombres y mujeres con puñales de amor inverosímil hacia
otras aventuras más hermosas.

En vísperas de la guerra de Irak, en el congreso de los diputados, cuando un sanguinario iluminado soñaba con ponerse a la altura de los USA apoyando su guerra ilegal(todas lo son), cuando un prepotente se creía "amigo de Bush" simplemente por hacerle la pelota y convertirse casi en su súbdito, cuando ese infame abocaba a todo un páis a una guerra que trairía catastróficas consecuencias para España (véase el 11-M), justo en ese instante, otro hombre, sencillo, con la única arma de su voz y de la palabra, subió al estrado y recitó este poema. Ese hombre era(es) José Antonio Labordeta. Leyó un poema de su hermano, insigne poeta aragonés, para denunciar los crueles que son las guerras, lo tristes que son...ya lo dijo otro gran poeta, Miguel Hernández, en un breve pero intenso poema: "Tristes guerras":

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
aino son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

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