lunes, marzo 03, 2008

"Vientos del pueblo me llevan" de Miguel Hernández

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,

impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,

que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,

vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes

está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos

de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera

con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

"Vientos del pueblo" de Miguel Hernández, escrito durante la Guerra Civil. La fuerza de este poema es increíble y a pesar de los años no ha perdido ni un ápice de vigor ni de energía. ¡Pobre Miguel! Apenas viviste 31 años, no te dejaron vivir más, no te dejaron escribir más. Puta guerra, puta dictadura, puto fascismo ¡y que todavía hay algunos que no condenen uno de los peores períodos de la historia de este país!...es más, alguno de ellos se atreve a decir que fue "una época confortable". Es que sólo por escribirlo, ya se me enerva la sangre. Sí, es cierto, no viví la dictadura pero quedan los testimonios de tanta gente que sufrió. El mismo Miguel Hernández por ejemplo. Otro día pondré algún poema de su "Cancionero y romancero de ausencias" y comprenderéis lo que es estremecerse al leer un poema.

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